domingo, 7 de febrero de 2010

Palmas y laureles para El Veco

Por César Terán Vega

Emilio Lafferranderie. Complicado era su apellido para pronunciarlo y escribirlo, pero su voz y su pluma eran nítidas, agradables y siempre docentes.

Por eso todos preferíamos llamarlo simplemente ‘El Veco’, seudónimo que convocaba multitudes de lectores y radioescuchas.



Un gigante del periodismo deportivo sudamericano, con proyección universal. Su personalidad tenía el ángel y el carisma de los grandes deportistas. Todo un campeón de la noticia y el comentario.

Como lo dice en su último libro, el fútbol era su pasión primera, la más profunda, sin embargo, su versatilidad alcanzaba todas las disciplinas deportivas. Ese hombre ameno, dicharachero y docto era una enciclopedia.

Uruguayo de nacimiento, ciudadano del mundo, se compenetró profundamente con el periodismo deportivo argentino en inolvidables páginas de la emblemática revista El Gráfico.

Hizo migas con Alfonso 'Pocho' Rospigliosi Rivarola, otra leyenda, y se vino a Lima como quien da un paseo y explora un horizonte nuevo. Nadie imaginó, ni él mismo, que sería el viaje definitivo. El duende del Perú lo atrapó para siempre hasta el adiós.

Hay un vacío en el dial y en el espíritu de tanta gente que estaba tan acostumbrada a ilustrarse e informarse cada noche de todo lo que acontece en el mundo deportivo escuchando “El show del Veco” vía RPP.

Ya no lo escucharemos más, pero quedan sus lecciones, su pluma imperecedera. Desde el podio de la historia llevará siempre la batuta para decirnos siempre “oído a la música”.

Hace años, cuando escribía una columna diaria en La República, empezó a la fallarle el corazón. Cierta noche entró a la sala de los editores y con la sonrisa a flor de labios, el rostro sereno y la voz cantarina de siempre nos dijo…”Muchachos, vengo a despedirme, mañana entro al quirófano y lo más probable es que no regrese, gracias…gracias por todo, ha sido un gusto, un orgullo, trabajar con ustedes…” No hubo más palabras, la emoción nos hizo ponernos de pie. Oscar Cuya Ramos, el editor general, avanzó sonriente lo abrazó y le dijo: “No se preocupe maestro, ¡hay Veco para rato!”

Si pues, hubo Veco para mucho rato. Óscar ya no está con nosotros y don Emilio hoy le ha seguido los pasos. Dos enormes ausencias golpean mi corazón y mi recuerdo.



Foto: RPP

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