
Hasta hace poco sobrevivía gracias a un par de academias que habían recortado el espacio para los colegas; y los únicos entusiastas que acudían a veces era el puñado de miembros de la Asociación de Periodistas Policiales del Perú, la venerable Apepol.
Las últimas directivas han sido un verdadero desastre y han empeorado las cosas. Hoy, la última ha excedido largamente su mandato y ni siquiera pudimos participar como Colegio Profesional en la elección del Consejo Nacional de la Magistratura. El Colegio tiene tantas deudas y problemas que ningún colega destacado quiere asumirlo y sus despojos han terminado como objeto de disputa de nadie y para nada.
¿Quiere decir esto que los periodistas estamos a la deriva? No, porque funcionan de manera efectiva la Asociación Nacional de Periodistas (ANP), la Federación de Periodistas del Perú (FPP) y la más pequeña de todas, el Club de Periodistas del Perú (CPP)… que me honro en presidir.
Las dos primeras están de aniversario y esto motiva mi lamento por el Colegio a la vez que entusiasmo por sus avances en cuestiones que interesan a los periodistas como la vigilancia de la libertad de prensa, la formación profesional y, por sobre todo, la atracción de nuevas generaciones que observaban con cautela, y pesimismo, las instituciones gremiales.
La primera que fue fundada en 1928 conoce hoy la prosperidad y estabilidad gracias a directivos como el histórico Roberto Mejía Alarcón y la decisiva Zuliana Laynes, de la nueva generación. La ANP, recordarán, es la propietaria de la flamante Universidad de Periodismo Jaime Bausate y Meza (antes Instituto) y maneja un conjunto de actividades nacionales e internacionales que la hacen importante para el gremio.
La FPP, fundada en 1950, es liderada hoy por el veterano sindicalista Bernardino Rodríguez que hace esfuerzos por devolver a la institución el peso y prestigio que tenía años atrás. Su influencia se fue debilitando pero hoy están empeñados en volver a captar a los colegas.
¿Y el Club de Periodistas del Perú? Fue fundado en 1963 como neutral, apolítico, sin más objetivo que la amistad y el reconocimiento de pares; y ahí estamos todavía, revitalizados gracias a colegas empecinados como Domingo Tamariz, nos reunimos los últimos sábados de cada mes y hasta editamos la revista “Qué Tal”.
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