Observador, columna de opinión de Mirko Lauer en La República, lunes 9 de junio de 2014
El conflicto en torno a Ucrania ha puesto de relieve aspectos del nacionalismo ruso, entre ellos una nueva admiración por la URSS. Pareciera que Rusia tiene dificultades para constituir una imagen nacional del tiempo presente, y la busca en etapas del pasado. Las opciones son limitadas: los zares o los comunistas, o una mezcla de los dos.
Rusia fue sorprendida por la crisis socioeconómica que desarticuló la URSS y liquidó su condición de superpotencia paritaria con los EEUU. Luego de una etapa de estabilización y de reflexión sobre lo sucedido, el país se abocó a encontrar un lugar satisfactorio en el siglo XX, lo cual incluye recuperar viejas glorias, en la medida de lo posible.
Frente a Mikhail Gorbachov y Boris Yeltsin, que fueron los desarticuladores de una URSS que ya no daba más, Vladimir Putin ha venido siendo el reconstructor de un espacio pan-ruso. Una tarea que empezó con la afirmación de un poder central duro, y que luego se ha extendido a la geopolítica, en un tono con mucho de revanchista.
Parte de esto último es heredado. La Rusia capitalista no ha podido sacudirse de un legado de aislamiento en el mundo. Antes tenía una etiqueta ideológica, pues sufría un pan con pescado entre el capitalismo occidental y el antirrevisionismo maoísta. Nada de eso tiene sentido hoy, pero la agenda rusa de recuperación de peso y territorio sigue creándole conflictos.
Sin duda occidente ha aprovechado el predicamento ruso con intentos de expandir la alianza militar OTAN desde el primer día de la crisis en la URSS. Frente a esto Rusia no se resigna a perder su antiguo imperio, más aun, se sigue considerando una potencia imperial. Para este proyecto no tiene muchos aliados en el mundo, a lo más algunas izquierdas daltónicas.
Al poder ruso no le va del todo mal con su capitalismo, anclado en sus ingentes recursos naturales. Pero no está pudiendo, o acaso ni queriendo, hacer de él una estructura social moderna. La ausencia de una tradición democrática, más las vibraciones del absolutismo zarista y estalinista están constantemente presentes.
Lo que estamos viendo es una regresión inviable. No es posible volver al estalinismo con un capitalismo que nadie en Rusia quiere abandonar. El modelo chino tiene algo de eso, pero sin las exitosas cuatro modernizaciones el gobierno de partido único ya estaría en crisis hace tiempo. Económica y comercialmente Rusia no es China.
Lo que está surgiendo de todas estas encrucijadas es un creciente rechazo a occidente, acusado de los males de Rusia. En efecto, occidente (EEUU, Europa) viene intentando ser un muro de contención frente a los esfuerzos rusos de recuperar terreno perdido. Con eso la geopolítica se ha vuelto en Rusia un tema de política interna, de impredecibles consecuencias.
¿Conocen a Abigail Villantoy Gómez? ¿No?
Hace 6 días
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